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Se acabaron las vacaciones y todo el mundo habla del síndrome postvacacional. Ese término que desde hace años se ha puesto de moda para describir el estado de ansiedad, irritabilidad que se produce al volver al trabajo tras las vacaciones. Pero, ¿existe realmente, o es un invento de la modernidad?

Los expertos en psicología hablan de síndrome postvacacional o depresión postvacacional. Sus síntomas aparecen al reincorporarse al trabajo tras las vacaciones, y provocan un malestar y una bajada en el rendimiento profesional. En definitiva, pocas ganas de coger ritmo. Pero los entendidos incluso dividen los síntomas en dos clases: 

  1. Físicos: Fatiga o cansancio, dolores musculares, palpitaciones, falta de apetito…
  2. Psicológicos: Dificultades de concentración, insomnio, irritabilidad, ansiedad, tristeza…

Pero el síndrome postvacacional no solo es cosa de adultos. También los jóvenes y los niños pueden padecerlo, aunque es menos frecuente, porque suelen vivir la vuelta al cole de forma positiva: significa reencontrarse con los amigos. En cambio es más fácil que se manifieste en los jóvenes que sufren acoso escolar (bullying).

Desde la Psicología el síndrome postvacacional se puede entender como un proceso de adaptación a la rutina horaria y a la actividad. Pero es algo obvio, ya que después de estar unos días de vacaciones, volver a esta rutina no se consigue en dos días. Todos necesitamos entre una y dos semanas para volver a coger el ritmo. Así pues, los “académicos” subrayan que el síndrome postvacacional como tal no existe. Más bien parece ser un resultado de la tendencia a patologizar cualquier malestar que tenemos, a veces, con intención de medicalizarlo. 

Ahora bien, que no figure en los manuales de diagnóstico, es decir, que no sea “académicamente reconocido”, no quiere decir que el malestar provocado por el retorno al trabajo no sea real. Aunque no sea un trastorno tipificado, los síntomas existen y las personas que los tienen lo pasan mal.

¿Qué hacer para sobrellevarlo de la mejor forma posible? 

  1. No incorporarse al trabajo o a la escuela al día siguiente del regreso de las vacaciones. Es mejor pasar al menos un par de días en casa para ir recuperando la rutina. 
  2. Comenzar un miércoles o un jueves, para hacer la semana más corta. 
  3. No pretender trabajar a un ritmo del 100% desde el primer día, sino ir entrando poco a poco.
  4. Tómate tu tiempo. Regálate un #momentovichy, por ejemplo, tomar algo con los amigos después de la jornada y/o hacer alguna actividad que te haga desconectar, es decir, que no tengan nada que ver con el trabajo. Es decir, desconectar. 
  5. Intentar adaptarse a los horarios lo antes posible: dormir con horarios regulares.
  6. Relativizar los síntomas y aceptar que el malestar es parte del proceso de adaptación.